Impresión bajo demanda

Por Xiluen Zenker
22 de agosto del 2024

La impresión digital llegó para revolucionar la industria editorial y la de las artes gráficas. El gran cambio consistió en que, con tan solo un clic, el archivo electrónico pasa directamente de la computadora al papel en perfecto estado. Suena sencillo, pero ese detalle —a simple vista minúsculo— transformó radicalmente las posibilidades productivas en ambos campos.

A lo largo del siglo XX, el líder en la impresión fue el offset, tecnología que utiliza placas para pasar la tinta al papel por medio de procesos químicos. Se trata de máquinas altamente eficaces, muy duraderas, que siguen vigentes después de más cien años de existencia. Su avance en estos últimos tiempos radicó principalmente en los materiales con los que se fabrican las placas (de zinc a aluminio), pero también en la forma en que se crean. El arte de estas hermosas impresoras es realizar grandes tirajes a costos muy bajos.

La imprenta trabaja bajo la cuatricromía del cian, magenta, amarillo y negro (CMYK). Para producir, las máquinas de offset necesitan generar placas de cada uno de los colores, y después plasmar sobre papel primero lo que va en amarillo, luego todo lo que va en cian, y así sucesivamente. Para que los colores coincidan como se debe, es necesario probar con cien o doscientas hojas antes de tener el resultado idóneo. Esa es una de las razones por las cuales la rentabilidad de este sector de las artes gráficas recae en la producción de miles de ejemplares; hacer uno o cien es demasiado caro.

En 1990, la Xerox Corporation anunció la primera impresora digital de gran volumen, la Docutech 135. Era una tecnología basada en las duplicadoras (copiadoras) anteriores, creada principalmente para la producción de libros o manuales. Su ventaja consistía en que ya no necesitaba generar placas para imprimir, y que la mezcla de tintas CMYK se hacía dentro de la máquina. Las impresiones salían prácticamente sin merma. Lo que Xerox pretendía era pasar de tirajes de alto volumen a tiros cortos, incluso unitarios. Proyecto visionario en el que Xerox vendía una transformación completa del mercado: reducir tirajes, eliminar el almacenamiento de cientos de libros, hacer posible la actualización constante de publicaciones y evitar su obsolescencia, mantener el catálogo siempre vivo, entre otros. Se trataba de una recurso adelantado a su tiempo: “Era una solución a un problema inexistente”, se burlaban algunos.

Sin embargo, el tiempo le dio la razón. Dio la casualidad de que, con el enriquecimiento de la oferta editorial, muchas de las publicaciones ya no requerían producirse por millares. Y, justamente, la capacidad de fabricar grandes volúmenes fue lo que comenzó a limitar el offset con los cambios del mercado y la llegada de nuevos negocios.

El siglo XXI trajo la creación de contenidos de una forma exponencial, pero a mayor oferta, menor demanda de un mismo título. Nos enfrentamos a un mundo donde el lector de nicho se potencia y se interesa en libros que lo definan como individuo. Así, los bestsellers ya no venden lo que antes, y la bibliodiversidad es cada día más importante para el consumidor final.

A pesar de las evidentes necesidades en la industria de reducir el tiraje de ciertos títulos, muchos siguieron reacios a producir libros en formato digital principalmente por miedo a que la calidad se perdiera. Para aclarar el punto anterior, hay mitos y realidades que es importante conocer. Por ejemplo, se ha dicho que los libros en impresión digital no tienen la misma calidad que los impresos en offset. No es así. Son tecnologías distintas, con procesos diferentes; sin embargo, el resultado de un libro en tiro corto (digital) no tiene nada que pedirle a uno en offset. Prácticamente se ven igual, aunque sí hay diferencias. Si nos vamos al lado romántico, la impresión digital no huele, ya que se utilizan tintas diversas, por lo que el producto no tiene el clásico aroma. Profundizando en la producción, no se emplean tintas directas (Pantone), por lo que el color de la cubierta puede ser ligeramente diferente a lo proyectado en pantalla. También hay una restricción respecto a la gama de papeles; es decir, no se puede imprimir sobre cualquier tipo de papel, pero sí sobre los estándares.

En resumidas cuentas, se trata de un modelo productivo distinto por completo del de la impresión tradicional en offset, pero que ofrece una excelente calidad. Y no solo eso. Las nuevas máquinas abrieron la posibilidad de imprimir desde un solo ejemplar hasta los que se requieran a costos muy accesibles y, con ello, impulsó el modelo de distribución bajo demanda, donde el esquema de ventas consiste en la producción de uno en uno.